MYANMAR.
La lágrima de buda.
Mística y acogedora, con multitud de diferentes grupos étnicos que
adoptan el budismo como un quehacer diario y construyendo para su propia
admiración, culto y reverencia numerosos templos y estupas de esplendorosa
belleza arquitectónica.
El cauce del río Ayeyarwadi se convierte en la
verdadera arteria fluvial de este mágico país del sudeste asiático, que lo cruza
de norte a sur, esa piel de lágrima desde los confines himalayo hasta la
península de Malaca y fronteriza con numerosos países, China, Laos, Tailandia,
India, el golfo de Bengala y un reguero de islas en el mar de Andamán, que
crean una mezcla de culturas, ritos y tradiciones que enriquecen el mestizaje
de sus gentes.
Un país al mismo tiempo perplejo por su historia, por la infinidad
de conflictos acontecidos a lo largo de las mil y una disputas, rivalidades de
sus pobladores regidos por diferentes prácticas y en donde el grito de la nueva
revolución se proclama sin llegar a un buen fin y las almas se adentran en la oratoria
del budismo para hacer de sus vidas una reflexión de alegría, renuncia y paz.
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